miércoles, 4 de julio de 2012

Espacios facilitadores de la discriminación por género en la escuela

  1. Espacios facilitadores de la discriminación por género en la escuela.
  2. Así como existe variedad de tipos de discriminación, existen muchas formas de discriminar dentro de cada tipo. Esto se debe a que en la interacción de los alumnos y alumnas se dan múltiples experiencias, múltiples combinaciones de rasgos de personalidad. Existe una gran influencia de factores individuales y familiares.
  3. Lo que en un grupo humano se puede considerar objeto de burla, en otro grupo no. Así un chico de rasgos andinos en su pueblo natal difícilmente sufriría discriminación por raza, pero en la capital si puede sufrirla, de darse así, los problemas de adaptación del niño y la niña serían más intensos.
  4. Las formas de la discriminación por género son difíciles de distinguir por cuanto son variaciones de la postergación y la falta de oportunidades —expresadas de múltiples formas—, que se dan de manera natural en las diferentes comunidades de nuestro país.
    1. La exclusión escolar se entiende como la no-participación en el proceso de escolarización formal (Guezmes y Loli, 1999).
    Se sabe que 13 de cada 100 niñas en edad de escolaridad primaria (6-11 años) están quedando fuera del sistema educativo. La proporción es de 9.2 en ámbitos urbanos y 20.5 en las áreas rurales.
    Dentro de ese mismo grupo etáreo, excluido del acceso a la educación, las niñas lo son en más de 120,000 con relación a los hombres. Los niños que quedan fuera de ese grupo alcanzan el 12 por ciento.
    El promedio de años de estudios alcanzados por la población de 15 años y más del área rural es de 5.0 para los hombres y de 3.1 para las mujeres.
    En zonas rurales, la educación en los niños es poco promovida pero la de la niña es más afectada por esto, ya que a los varones se les da la oportunidad de estudiar en la capital —de provincia generalmente— si es que demuestran condiciones superiores. Esta oportunidad es poco probable en el caso de las mujeres (Guzmán y Pinzas, 1995; Aramburu y Ponce, 1983)
    En las zonas rurales se da una fuerte relación entre número de miembros de la familia y productividad, ganancia. Esto origina que los jefes de familia corten la educación las hijas y los maestros y maestras inclusive se adapten a esta situación.
    Aramburu y Ponce en el año 1983 encontraron un caso particular de una adolescente que estaba cursando el 5to de media en una zona alejada de la sierra limeña, ellos investigaban el trabajo rural y la familia, estableciendo relaciones entre variables socio-económicas y familiares; este caso rompía la lógica de todas las zonas que habían visitado, y tenía su origen en un hecho igualmente ilógico en dicha zona, la familia de esta adolescente deseaba viajar a Lima para encontrar un futuro mejor, antes de hacerlo recibió la visita de una antropóloga que trabajó con ellos y les inculcó el valor de la educación antes de viajar, buscando extenderlo también a la comunidad, la cual lo rechazó. La familia decidió viajar luego de que sus hijos e hijas estudiaran "mucho" (Aramburu y Ponce, 1983)
  5. Exclusión escolar.
  6. Falta de oportunidades y deserción escolar.
  7. Formas de discriminación por género en la escuela.
La mayor falta de oportunidades de desarrollo se da por la deserción escolar, que se entiende como el retiro temprano de los centros educativos sin haber alcanzado un nivel básico de instrucción (Guezmes y Loli, 1999)
Se sabe que entre las niñas de edad escolar (6-14 años) un 18 por ciento se dedica al cuidado del hogar (15 por ciento en las áreas urbanas y 22 por ciento en las áreas rurales); mientras que para los niños esta responsabilidad se presenta sólo en cinco casos de 100.
Se dan pocos casos en los que padres y/o madres de familia retiren a las niñas del colegio sólo por "ser niñas", las causas verdaderas tienen un trasfondo económico que afecta en mayor medida el destino de las niñas que de los niños, porque dentro de los estereotipos de género se considera que tienen más talento para ocuparse de las tareas domésticas y el cuidado de los niños y niñas menores.
Además, se busca que las mujeres se casen a más temprana edad para que la familia aumente sus bienes —esta concepción perdura en zonas rurales y urbanas— esto es corroborado por los datos siguientes: El 14.2 por ciento de las adolescentes sin instrucción ha tenido un hijo y el 1.6 por ciento de las mujeres que ha entrado al nivel superior universitario tuvo un hijo.
Es claro que las mujeres que tienen mayor instrucción, y se supone mayor perspectiva a futuro, pueden manejar un aspecto tan esencial como es la natalidad.
El censo nacional de 1993 arroja resultados que a todas luces muestran una gran diferencia entre el acceso a la educación por género, así tenemos que 18 de cada 100 mujeres no han alcanzado un nivel educativo, mientras que en varones se da esto en 7 de cada 100; en los otros niveles educativos se dan diferencias ligeras a favor de los varones, destacando que del 20.4 por ciento de la población con nivel superior, el 21.6 por ciento son varones y el 19.3 por ciento son mujeres.
2.3.3. Maltrato.
Zella Luria (1998) señala que no sólo se aprende la identidad genérica a temprana edad, sino que se defiende y se llega a amar, ante lo cual nos presenta la siguiente reflexión:
Los niños muy pequeños muchas veces no nos comunican directamente sus fuentes de orgullo personal, pero podemos llegar a conocerlas con solo examinar qué tipo de cosas los ofende: quizás el primer insulto sea el de sugerirle a una niña que es realmente un muchacho, o el de decirle a un niño que en realidad es niña (1998; p. 193).
Es muy preocupante que en este contexto ocasionado por un proceso evolutivo natural se produzca el maltrato por género, es decir, el maltrato dirigido a niños, niñas, adolescentes y jóvenes en el contexto escolar por su identidad sexual y genérica.

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